jueves, 10 de diciembre de 2009

EL FRENTE DE LA JUVENTUD

Se vivía en un estado de movilización permanente: campaña contra el referéndum constitucional, campañas sucesivas contra el terrorismo, campañas por la unidad nacional, manifestaciones por la recuperación de Gibraltar, manifestaciones constantes contra la política de UCD y contra la labor taimada y disolvente del PSOE, mesas de propaganda constantes, movilizaciones militantes para afrontar a los grupos agresivos de izquierda y de extrema-izquierda, provocaciones llegadas de los más distintos ambientes... Un estado de vigilia permanente en la que era difícil concentrarse en los estudios, en el trabajo o en cualquier otra actividad social.

En Barcelona se produjo la primera ruptura de militantes, creándose el Frente Nacional de la Juventud (FNJ). En Madrid, el potencial explosivo interior fue acumulándose hasta producirse la ruptura en 1978 que se llevó a varios cientos de militantes de Fuerza Joven en Madrid, Valladolid y Valencia. Con este núcleo se fueron también José de las Heras y Juan Ignacio González que asumieron la dirección del nuevo grupo: el Frente de la Juventud.

Esta situación fue percibida, tanto en Barcelona como en Madrid, a mediados de 1979 y fue uno de los motivos que indujo a la aproximación del Frente Nacional de la Juventud y del Frente de la Juventud y a la subsiguiente integración de los primeros en la estructura de los segundos. Poco después tuvo lugar el Primer Congreso del Frente de la Juventud en el local del Centro Cubano de Madrid, resultando elegida una dirección compuesta por Juan Ignacio González, José de las Heras y Ernesto Milá. A los pocos meses, a finales de junio de 1980, éste último, a raíz de una manifestación ilegal convocada en Barcelona, tuvo que exiliarse, permaneciendo éste en contacto con la dirección del Frente y reuniéndose en varias ocasiones en París con sus representantes.

En ese momento, lo que el Frente de la Juventud mantenía era una estrategia “revolucionaria”. Se trataba de actuar desde el punto de vista extraparlamentario, pero sin crear fricciones con aquellas otras organizaciones que asumían trabajar políticamente con una vocación parlamentaria.

Sólo más adelante, cuando se evidenció que Fuerza Nueva se encontraba con graves problemas, incluso de ilegalización, por las acciones de algunos elementos de sus bases (Caso Yolanda) y cuando se evidenció también que existían provocaciones dirigidas desde el Ministerio de Interior para aislar y culpabilizar a Fuerza Nueva, pareció aconsejable contactar con otros grupos dispersos, para constituirse como partido político.

Medios de la seguridad del Estado española filtraron a través de sindicatos policiales franceses de izquierda, un dossier sobre Milá, realizados a partir de las confidencias de un abogado barcelonés. Milá, que hasta ese momento había podido moverse fácilmente en Francia, debió extremar sus medidas de seguridad y abandonar el vecino país; pocos días después resultaba asesinado Juan Ignacio González al volver a altas horas de la noche a su domicilio, después de haber estado con los camaradas madrileños del Frente. Tres semanas después, José de las Heras y treinta militantes del Frente de Madrid y Valencia, fueron detenidos en una redada que acabó con ellos en la cárcel, posteriormente se tradujo en pesadas condenas de cárcel y en el exilio de varios. En apenas un mes, el Frente de la Juventud había sido completamente desarticulado y todos los miembros de su dirección habían sido objeto de medidas represivas que iban desde la prisión hasta el asesinato.

A partir de este momento, se hizo evidente el realismo político: las fuerzas contra las que el Frente de la Juventud intentó reaccionar y construir una alternativa política, eran demasiado fuertes como para poder seguir desafiándolas. Se imponían nuevas vías y, llegados a este punto, cada militante se sintió libre de adoptar la medida que creyó conveniente. En 1983, el Frente de la Juventud, oficialmente, se disolvió, ingresando algunos de sus miembros en el Movimiento Falangista de España y la mayoría sumiéndose en un estado de “reserva activa” en sus domicilios, con sus familias, a fin de reestructurar sus vidas tras cinco años de actividad frenética.

Del Frente de la Juventud, quedaron más de una cincuentena de militantes represaliados y condenados a distintas penas de cárcel, una docena de exiliados, algunos de los cuales tuvieron que sufrir represión, encarcelamiento y tortura en países sudamericanos y el recuerdo de nuestro camarada asesinado Juan Ignacio González, el primero entre todos nosotros al que, quienes lo conocimos, apreciamos desde el primer momento.

Podemos decir que, personalmente, hemos conocido a dirigentes políticos y “dirigentillos”; los primeros tienen unas cualidades que los hacen diferentes al resto de la militancia: no dudan, saben lo que hay que hacer, unen la discreción a la movilidad, son inaprensibles, miran directamente a los ojos y siempre tienen la energía interior y la fuerza suficiente como para imponerse a los demás, sacar de todos los militantes el máximo de energías y ser los primeros en las movilizaciones. Juan Ignacio González era de estos. Tenía una sensibilidad particular para la acción política y una discreción notable para moverse en ambientes difícil sino peligrosos.

Los enemigos del Frente de la Juventud repetían la cantinela incesante de que “éramos una escisión generada por Presidencia del Gobierno”. Era completamente falso. Nadie más que la propia dinámica de aquella época, el activismo que se vivía, el radicalismo de las ideas y de la misma situación política, hizo posible la existencia del Frente de la Juventud. Nadie nos “teledirigió”, nadie nos “controló”, nadie “nos financió”, nadie… y la prueba es que, de entre todas las organizaciones juveniles y políticas que surgieron en la transición, ninguna pagó un tributo tan alto de exilio, cárcel, sangre y muerte, como el Frente de la Juventud. Esto es ya de por sí elocuente y dice mucho de la fidelidad a sus ideales de quien fue nuestro jefe político, nuestro organizador, nuestro camarada y nuestro amigo: Juan Ignacio González, de cuyo asesinato, este año 2009, se cumple el 29º aniversario.

Algunos no olvidamos ni tenemos necesidad de olvidar lo que hicimos cuando éramos jóvenes y teníamos un ideal para vivir y una aventura que realizar. Nuestro ideal fue el patriotismo y nuestra aventura tuvo un nombre: Frente de la Juventud. Juan Ignacio se quemó en este ideal. Nosotros, que lo compartimos con él, estamos obligados a recordarlo en este 29º aniversario de su asesinato y a exigir que se esclarezca, de una vez y para siempre, quién fue el autor material y el inspirador intelectual de su asesinato.

*Extraido de: http://laotraeuropa.blogia.com/2006/052502-el-frente-de-la-juventud.php

** El año que viene se cumpliran 30 años de este asesinato sin esclarecer, a lo cual yo animo desde aqui , a un nuevo acto de homenaje a la vez que de Resistencia.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Conocí a Juan Ignacio unas semanas antes de su asesinato y apenas cuatro días antes tuvimos la ocasión de darnos un postrer abrazo en Barcelona al despedirse después de apoyar la reinstauración del Frente en la ciudad condal. Tú asesinato, crimen de Estado no esclarecido, no fue en vano. Tu recuerdo, Juan Ignacio, sigue PRESENTE!!!