sábado, 17 de mayo de 2008

CAIDOS DE LA FALANGE(III)



......Cuatro días después, el 8 de marzo, sin haberse cumplido el mes del asesinato de Matías Montero, y casi a la misma hora, cae abatido por las balas de las pistolas mercenarias de la II o III Internacional, en la Glorieta de Bilbao madrileña, otro vendedor de FE, llamado Angel Montesinos. Angel Montesinos no era un burgués, no era un estudiante, no era un señorito. Angel Montesinos no llevaba corbata, ni bebía "whisky", ni fumaba rubio. Era un obrero nacionalsindicalista, expuesto por esa razón a las represalias de los sindicatos izquierdistas, que imponían la separación de los talleres y los tajos a quienes creían en una verdadera libertad sindical no basada en la lucha de clases. Angel Montesinos murió con su "mono" proletario, soñando con redimirlo de esta condición y convertirlo en un honroso uniforme laboral. El entierro de aquel modesto camarada tuvo la misma solemnidad que los anteriores. Y otra vez José Antonio, la testa descubierta y la mirada grave, cruzó entre hileras de muchachos con los brazos en alto, para pronunciar ante la sepultura una oración fúnebre escueta, con el laconismo militar de nuestro estilo: "La muerte es un acto de servicio. Cuando muera cualquiera de nosotros, dadle piadosa tierra y decidle: Hermano: para tu alma la Paz; para nosotros por España, adelante".

El nombre número 7 del telón de los caídos correspondió al de Jesús Hernández, mortalmente herido al oscurecer del 27 de marzo en la calle de Augusto Figueroa de Madrid, cerca de la Casa del Pueblo. Jesús Hernández tenía quince años, aunque su presencia, varonil más que adolescente, le había permitido afiliarse en las JONS afirmando tener dieciocho, y compartía con otros escuadristas de primera línea todos los riesgos de una lucha feroz contra el marxismo. Sorprendido por sus agresores, no tuvo tiempo de defenderse. Tras dos días de agonía murió sonriente como una arcángel.
La muerte de aquel muchacho valeroso, causó un gran revuelo, desatando una campaña contra la Falange "acusada de reclutar para acciones peligrosas a niños seducidos por la violencia". Una ley prohibió el ingreso en partidos políticos a los menores de dieciocho años… aunque no a las Juventudes marxistas. Los más jóvenes falangistas tuvieron que sustituir su carnet de tales por el de afiliados al SEU.








Las juventudes marxistas mataron a Juan Cuéllar, en las cercanías de El Pardo, a la orilla izquierda del Manzanares, frente a la Playa de Madrid. El estudiante Cuéllar, hijo de un agente de policía, se encontraba con otros camaradas de su escuadra, desde primeras horas de la mañana en aquel lugar dedicado a observar y localizar a grupos de "chíbiris" socialistas que tenían acotas para sus expansiones erótico-sociales las márgenes del arroyo aprendiz de río. Los falangistas, decididos a mostrar a los marxistas que no tenían derecho a impedir a los ciudadanos tomar el sol y el aire bajo las frondas del El Pardo, fueron provocados, insultados y agredidos por veinte o treinta matones. Luchan a puñetazos, mordiscos, patadas y navajazos. Suenan dos tiros y Juan Cuéllar cae malherido. Sus compañeros se baten en retirada para buscar el refuerzo de los otros falangistas desperdigados por la ribera. Otro camarada, herido también, que apoyado en un árbol contempla la escena horrorizado e impotente, ve cómo las enfurecidas chavalas socialistas se ceban con el caído. Le pisotean, le arrancan el pelo, le machacan el rostro con un cántaro lleno de vino, le insultan, bailan satánicamente en derredor de su cuerpo, sobre el que una de ellas orina. Cuando llegan los camaradas, la tragedia se ha consumado.
Cuando su padre llega al Juzgado de El Pardo, apenas puede reconocer el rostro de su hijo. A la madre, no se le permitiría verlo en el Depósito Judicial. Aquella tarde José Antonio no pudo mantener su actitud de no contestar el asesinato con la muerte, y hubo una dura réplica. A Juan Cuéllar se le dio sepultura al amanecer, mientras el sepelio de los marxistas muertos se celebró en pleno día y entre una apoteosis de puños en alto.


El siguiente caído del telón es José Hurtado.Es un hombre joven, bien parecido, vestido correctamente, de mirada franca y noble. Podía ser estudiante, empleado o comerciante. No lo sabemos por desgracia. Al pie de la foto dice únicamente a continuación de la cruz: 6-6-34. Ubeda (Jaén).

En la mañana del 9 de septiembre, cuando salía con José Manuel Aizpurúa y otros camaradas de la casa número 32 de la calle de Prim en San Sebastián, los pistoleros marxistas, asesinan por la espalda a Manuel Carrión, Jefe local de la Falange donostiarra. A diferencia de los demás caídos hasta entonces, Manuel Carrión no era un muchacho, sino un hombre maduro, honrado y trabajador, propietario de un modesto hotel. Es decir, tampoco era un "señorito", en el sentido que se daba al aplicar despectivamente esta palabra a los falangistas. Carrión había sido reiteradamente amenazado de muerte, pero hacía caso omiso de tales amenazas. Sobre todo desde hacía unos días en que acababa de conocer y tratar a José Antonio, quien imposibilitado de acudir al entierro celebrado el día 10, llegó para sus funerales el 11 por la mañana, encontrándose con una concentración socialista que se disponía a asistir al entierro de Manuel Andrés Casaus, ex Director General de Seguridad durante el bienio azañista, sobre el que la Falange donostiarra había aplicado en legítima defensa, la terrible ley del Talión.


En la defensa del Sindicato Católico Minero de Moreda, atacado por los rebeldes con armas largas y cortas y cartuchos de dinamita, cuatro mineros, dos de ellos falangistas: Alvaro Germán Gutiérrez y José Montes Campal, que se ofrecieron voluntariamente para cubrir la retirada de sus compañeros, perecieron gloriosamente en el empeño después de veinticuatro horas de lucha en la mañana del 6 de octubre. El Jefe local de las JONS de Torrelavega, Francisco Díaz Nerco, joven abogado e industrial, que con sus escuadristas cooperó con la Guardia civil en todos los servicios, viaja el día 9 en una camioneta a las órdenes de un sargento, cuando al llegar al recodo de una carretera sufrieron unas descargas, desde una casa abandonada y desde la tapia de un cercado de enfrente, resultando muerto en el acto Díaz Nerco y heridos graves dos de sus camaradas. El mismo día caía en Madrid Eleuterio López y el 17 en Ariza (Burgos) Jesús Sáiz.

A las cuatro de la tarde del día 2 de abril de 1935 es asesinado, como siempre con premeditación y alevosía, en la plaza de Isabel II, a unos pasos del Centro de la Cuesta de Santo Domingo, el camarada José García Vara, antiguo marxista, secretario del Sindicato Nacional de Panadería, incorporado con entusiasmo de escuadrista a nuestras filas. Inteligente, activo y tenaz, había logrado que nuestro sindicato rompiera el monopolio del trabajo ejercido en las Artes Blancas por la Casa del Pueblo, consiguiendo que muchos obreros emancipados del despotismo marxista amasaran en varias tahonas el pan de cada día de muchas familias madrileñas. A pesar de las amenazas de los marxistas y de los esfuerzos del gobierno por impedirlo, el entierro de García Vara en el Cementerio de la Almudena, reunió en torno a José Antonio a casi toda la Falange madrileña en la tarde del 3. La oración fúnebre, pronunciada por el Jefe Nacional, fue más extensa que de costumbre. Está reproducida en varios libros por lo que no voy a escribirla íntegra. Sólo destacaré algunas frases cuajadas de profecías y augurios que la Falange sabría cumplir. Entre ellas, estas: "Por luchar por el amor te ha matado el odio. ¡Camarada! Tu sacrificio no será vano: Todos los que podemos aún saludar tu tumba con el brazo en alto, sabremos seguir tu ejemplo magnífico. Todos estamos dispuestos a llegar, como tú, hasta el supremo sacrificio por cumplir nuestra misión…Yo os pido que demostréis con vuestra conducta cómo sabemos sufrirlo todo, recogiendo de entre la sangre de nuestros hermanos su animoso espíritu - de esa sangre que vuelve a ser el abono fecundo en el suelo de España para la futura cosecha - para seguir imperturbables nuestra ruta… ¡Bendita locura la de este amor que nos lleva a entregar a la Patria lo más precioso que nos dio :¡nuestra sangre!" Y terminaba: "Otra vez las Falanges ¡Firmes! Todos en las filas de choque, en la vanguardia, ahora más que nunca y como siempre. Hay ya uno más entre los mártires de España. José García Vara: Presente. ¡Arriba España!".
















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